Vamos a suponer que una de nuestras grandes figuras del deporte se convierte en la imagen noble de una de las mayores entidades financieras a nivel mundial. Vamos a suponer que esa figura del deporte, reconvertida en imagen de una entidad financiera, nos regala emotivas frases de apoyo en una de las mayores pandemias que ha sufrido nuestro país. Ahora vamos a suponer que esa estrella del deporte se encuentra disputando una final de Roland Garros. Nos encontramos en el duodécimo juego del quinto set y nuestro protagonista está a punto de alcanzar su “OBJETIVO”. De repente, ¡oh sorpresa!, el juez de silla interrumpe el partido y le comunica un cambio de última hora a nuestra estrella. Las normas han cambiado, de repente. El partido ya no es al mejor de cinco sets. Ahora el disputado y trabajado partido en pos del ansiado “OBJETIVO” es al mejor de 10 sets. ¿Qué opinaría acerca de este súbito cambio de normas nuestro protagonista? ¿Le parecería serio?¿Le parecería normal?¿Le parecería ético?. La respuesta es, que no sería ni serio, ni ético, ni moral. Parecería algo surrealista.
Pues esto que hemos supuesto, no es en absoluto irreal aunque si muy surrealista. Inmersos en la tan cacareada remontada, envueltos en mensajes de trabajo en equipo y de lo guay que es la familia Santander y que lo más importante es “su gente”, de repente ponen todo patas arriba. Se olvidan de su gente, como en otras muchas ocasiones, y donde dije “digo”, digo “Diego”. Sin más explicaciones.
Durante los peores momentos de esta pandemia, la plantilla ha dado el 100% y más, en unas condiciones muy delicadas y muy complicadas. Parte de la plantilla teletrabajando, otros realizando su cometido en las oficinas que se encontraban abiertas, en todo momento dando la cara por la empresa.
Ahora ya no resuenan esos mensajes tan emotivos como vacíos. Hemos pasado del “Resistiré” al “¿Aguantaré?”. Todos sabíamos que tarde o temprano, aparecería nuevamente el cinismo con el que el banco agasaja a sus trabajadores/as. Y en esto estábamos cuando de repente y a punto de finalizar el trimestre, la empresa da un volantazo y la forma de computar la consecución de objetivos es modificada radicalmente por necesidades del guion y por nuestro bien. Todo siempre es por nuestro bien. Cuando te obligan a irte a casa “voluntariamente” en un ERE, es por tu bien. Cuando te conminan a no declarar el exceso de jornada, es por tu bien. Cuando te presionan mañana, tarde y noche para que alcances el cómputo de objetivos que estás a punto de conseguir y que cuando estás llegando a meta te modifican radicalmente dejando en el limbo lo conseguido, es por tu bien.
Las remontadas se consiguen con trabajo en equipo pero cuando los que dirigen son los primeros en romper la baraja y los jugadores pierden la confianza, los resultados no son nada halagüeños.
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