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Este verano, añadido al caos habitual que se sufre año tras año, con oficinas infradotadas, cuadrantes de vacaciones imposibles y con la plantilla apenas sin fuerza por el cansancio arrastrado durante todo el año, se está convirtiendo en uno de los veranos más terroríficos para la plantilla de Banco Santander.
Lexatines, orfidales y diazepamnes, como si de caramelos se trataran, invaden las cajoneras de las oficinas para poder soportar el día a día que venimos sufriendo, agravado, más si cabe, durante estos meses estivales. Sigue leyendo